Salchichón Primavera

Es sabido que todas tenemos una filiación muy fuerte con lo dulce. Por ejemplo, ¿cuántas veces hemos rechazado un almuerzo para arrojarnos directamente sobre el postre? De más está decir, que hay unas como nosotras que nos encantan estas delicias complacientes pero hay otras que no. Es como si una pudiera hacer una división humana entre las dulceras y las que no.

Lo que digo es que son sanos los dulces, al contrario de lo que piensa la gente común. Mi amiga Claudia que tiene contacto con la zona común, puesto que tiene que trabajar para afuera, conoce a una muchacha adicta por los fiambres. No hace falta explicar que entre la dicotomía humana anteriormente mencionada, quien ama mucho los fiambres aborrece los dulces y viceversa. La cuestión es que esta
mujer, es muy adicta a los fiambres.
 
Primero, como quien no quiere la cosa, comenzó con el jamón. Pensó que no era nada, que era normal su fijación en este embutido. Después siguió con el salamín y si bien ya empezaba a mostrar un comportamiento anómalo en ella, pensó que solo era una etapa. Le siguió la mortadela, ahí ya sus amigas le aconsejaron que dejara estas cosas, que se iba a hacer adicta. Ella tontamente hizo oídos sordos y decía "no soy adicta, yo lo dejo cuando quiero". Creo que este fue el punto de inflexión en donde su adicción se hizo patente.

Como toda adicción, nunca es suficiente y quería más. Al no tener amigas puesto que con su actitud fiambrómana las había empezado a perder, llegó a consumir el fiambre más pesado: el salchichón primavera. ¡Era de ver!, horas y horas comiendo salchichón sola en su departamento. Había dejado de trabajar y todo puesto que su adicción la consumía. Como consecuencia de esto, el dinero se iba menguando y vendía sus muebles para poder afrontar su vicio. De hecho, llegó a vender una mesita ratona muy bonita tan solo por 500g de salchichón rancio.

Está visto que toda enfermedad semejante tiene una complicación. Una vecina muy buena y bastante metiche que vivía un piso abajo de la mujer adicta, decidió visitarla. Era de esperar que la adicta no abriese, entonces la vecina metiche desenvainó un juego de llaves que había hecho con miguita de pan sólida copiando todas las llaves de las puerta del edificio. Hay que hacer notar que estas actitudes metiches siempre son benéficas, para muestra sólo hace falta ver este caso.

La cuestión es que la vecina entró y vio a la adicta tirada en el suelo llorando. La vecina preguntó "M'ija, ¿qué le pasa?", la adicta sólo le señaló sus pies. Lametiche no lo podía creer: los dedos de los pies de la adicta devinieron en salchichón primavera. Obviamente, que no podía levantarse porque los salchichones le pesaban y tampoco podía comérselos porque sufría de dedos martillo, callos, juanetes y uñas encarnadas, razón por la cual eran bastante feos al gusto. La metiche le dijo seriamente que debía dejar su adicción antes de convertirse toda ella en salchichón. La adicta estuvo de acuerdo.

La metiche iba dos veces por día al departamento de la adicta. Día a día se iba curando de su adicción al mismo tiempo que hacía una rehabilitación fisioterapéutica para poder caminar con sus pies de salchichón. Las cosas por fortuna y obra de la metiche se fueron solucionando. La adicta dejó su adicción y pudo caminar con sus dos salchichones. Ahora trabaja en un colegio junto a mi amiga Claudia. Hace obras teatrales para niños con sus pies. A cada dedo salchichón le dibuja una carita, lo mueve y hasta los hace hablar. Es una verdadera artista, pero no hay que olvidarse todo lo que sufrió esta pobre mujer.

Una vez más, hay que volver a repetir una frase que hasta nuestras abuelas nos los dicen: "no se fíen nunca de alguien que aborrece los dulces".

Comentarios

sentime una cosita ha dicho que…
Nelly, preciosa, ¡me salió la jubilación!

Entradas populares de este blog

Ensalada de lentejas

Empanadas

Pionono