Entradas

Tomates rellenos

Imagen
Es sabido que las vagas cuando quieren salir de algún apuro hacen tomates rellenos. No es de mala, pero ante una situación que pone en riesgo nuestra reputación como mujeres, hay que salir con la frente en alta: con fideos caseritos con salsa de tomate y albahaca o como mínimo una tartita de berenjenas. No quiere decir que todas sean unas vagas, pero que las hay, las hay, de eso pongo al Jesusito de testigo.  Sin ir más lejos, la cuñada de Lucia para salir del apuro hizo tomatitos rellenos. La cosa es que venía una amiga del marido. Ella, de vaga, se deslució con  sus tomates, acto seguido el marido salió con esta amiga y no volvió más a la casa. Obviamente que la pobre mujer quedó torturada: imagínense, por unos tomatitos ella había perdido al hombre que amaba. Y no es que quería echarle la culpa al pobre marido. No, señor. Ella, en el fondo sabía que la culpa era de los tomates y del arroz.  Mucho divagó en su cama: tomates, arroz; arroz y tomates. Y supo que su venganza perfecta s

Pionono

Imagen
Es sabido que el pionono relleno trae discordia. No hace falta leer mucho para saber que en el enrolle del pionono hay un receptáculo donde se acumulan malos augurios. Cuando una se entera que una vecina se le murió un familiar lejano que le dejó una suculenta herencia, una se hace la que se alegra, pero le regala un pionono como diciendo "ojalá que se te acabe toda la plata en un día de kermese y estés en bancarrota".  Pero nosotras no somos de esas que se toman todo a la ligera y, por eso, sabemos que si una vecina te regala un pionono, algo malo te quiere decir. Que las hay poco precavidas, las hay. Es el caso de otra sobrina de la tía Silvita.  Esta muchacha (creo que se llamaba Zully) era bastante distraída, tanto así que cuando quería comprar espagueti, se llevaba ravioles; que cuando ganaba al prode en realidad había jugado a la quiniela; si sus hijos tenían piojos en la cabeza en vez de vinagre les ponía crema antihemorroidal. Pero es una realidad muy grande que las

Scones

Imagen
Es sabido que cada cosa redondita tiene su arte. Una puede transformar un objeto amorfo en cosa graciosa si sabe moldearla bien. Así sucede con los scones que mientras más redonditos son más graciosos y hasta incluso más ricos. En busca de la belleza de lo redondo tengo una amiga que tiene una prima cuyo marido es gordito. Claro está que las panzas tullidas de alcohol son simpáticas, no en vano una toma copitas de amaretti con sus amigas. El problema está en que esa pancita no sea amorfa y ovalada, o peor aún con forma de la nada misma. Este es el caso del marido de la prima de mi amiga Lorena. La cuestión es que esta mujer por obra de una amiga mala consejera dejó que su marido comiera sin ton ni son, dejando su panza poco graciosa. Mi amiga Lorena, que es más entendida en estos asuntos prácticos, le recomendó a su prima -puesto que su marido se negaba a tomar alcohol- que le hiciera unas camisas con guata. Es decir, sería una camisa común pero con una profundidad cóncava de guata p

Salchichón Primavera

Imagen
Es sabido que todas tenemos una filiación muy fuerte con lo dulce. Por ejemplo, ¿cuántas veces hemos rechazado un almuerzo para arrojarnos directamente sobre el postre? De más está decir, que hay unas como nosotras que nos encantan estas delicias complacientes pero hay otras que no. Es como si una pudiera hacer una división humana entre las dulceras y las que no. Lo que digo es que son sanos los dulces, al contrario de lo que piensa la gente común. Mi amiga Claudia que tiene contacto con la zona común, puesto que tiene que trabajar para afuera, conoce a una muchacha adicta por los fiambres. No hace falta explicar que entre la dicotomía humana anteriormente mencionada, quien ama mucho los fiambres aborrece los dulces y viceversa. La cuestión es que esta mujer, es muy adicta a los fiambres.   Primero, como quien no quiere la cosa, comenzó con el jamón. Pensó que no era nada, que era normal su fijación en este embutido. Después siguió con el salamín y si bien ya empezaba a mostrar un com

Ensalada de lentejas

Imagen
Es sabido que una ensalada es cosa fácil de hacer, hasta nuestros pichichos pueden. Ahora, lo difícil es poder limpiar bien todo. No es bobería dejar la mesada sin un rastro de lenteja, ajo, lechuga y menos todavía limpiar la ensaladera sin ensuciar la pileta. Es de corajuda meter la mano en la pileta y sacar las lentejas que tapan el desagote. Y aquí vamos a un tema transcendental en la vida de cualquier ser humana útil: es imposible limpiar sin ensuciar. Lo que parece cosa tonta quizás no lo es tanto si cuento la historia de Silvita, la tía de un vecino. Era una mujer muy sabia y por eso sabía que había que estar equipada a la hora de limpiar porque siempre se ensucia. La cuestión es que si una ensucia con amor, entonces la mugre es orden. Es así que decidió nunca barrer el piso pero con guante de goma hacer figuras muy graciosas en el piso removiendo con el dedo la tierrita. También descubrió que las miguitas que quedan en el mantel pueden ser alineadas de manera tal que formen oji

Torta

Imagen
Es sabido que el bizcochuelo no es cosa fácil de hacer. Es más, me animaría a decir sin temor que es un arte y cuando digo arte, no me refiero a una labor de artesana, sino a una verdadera artista. Empecemos por la frustración que provoca el pelmazo, o sea cuando se nos apelmaza el bizcochuelo. Esta es una cuestión arduamente discutida por mujeres de todo el planeta global. Supongamos que una hace las cosas bien: bate las claras a nieve como se debe con el batidor de alambre, utiliza la cantidad indecorosa de huevos que la Sra. Petrona indica, tamiza bien la harina y demás ingredientes secos; pero aún así no está garantizada la esponjosidad del bizcochuelo. Lejos de querer alarmar a la sociedad de las que sufrimos con los apelmazamientos, mi amiga Celeste ha tenido un episodio trágico a causa de esto. Percibí el teléfono a la madrugada y me contó su grave problema. Hay que imaginarse la situación: dos de la mañana, una amiga al teléfono quebrada en llanto, el bizcochuelo apelmazado. La

Empanadas

Es sabido que una de las cosas más argentinas son las empanadas. Dicen las gentes que la gran Doña Petrona se enojaba si ella preparaba empanadas para sus comensales y éstos pedían concupiscentemente cubiertos para comerlas. Claro está que comer empanadas con cubiertos es una gran picardía. El tener una masa calentita entre las manos y mordisquear un repulgue no es moco de pavo. Tengo una amiga que vive en Quilmes cuya comadre tuvo un par de altercados con la combinación de cubiertos y empanadas. Resulta que si nos ponemos la mano en el corazón debemos confesar que nos gusta abarcar todo con el tenedor. ¿Acaso hay algo más deshonroso que un pedacito de comida yaciendo en el plato? Claro, esto es imperdonable, en un bocado hay que tener todo, porque si una le puso cebolla, pan rallado, huevos a una comida, quiere comerlo todo junto, no por cuotas. A una le gusta la belleza en su totalidad y no por fragmentos, esto me parece que está bien clarito. La cuestión es que esta comadre se ensañ