Torta

Es sabido que el bizcochuelo no es cosa fácil de hacer. Es más, me animaría a decir sin temor que es un arte y cuando digo arte, no me refiero a una labor de artesana, sino a una verdadera artista. Empecemos por la frustración que provoca el
pelmazo, o sea cuando se nos apelmaza el bizcochuelo. Esta es una cuestión arduamente discutida por mujeres de todo el planeta global. Supongamos que una hace las cosas bien: bate las claras a nieve como se debe con el batidor de alambre, utiliza la cantidad indecorosa de huevos que la Sra. Petrona indica, tamiza bien la harina y demás ingredientes secos; pero aún así no está garantizada la esponjosidad del bizcochuelo.

Lejos de querer alarmar a la sociedad de las que sufrimos con los apelmazamientos, mi amiga Celeste ha tenido un episodio trágico a causa de esto. Percibí el teléfono a la madrugada y me contó su grave problema. Hay que imaginarse la situación: dos de la mañana, una amiga al teléfono quebrada en llanto,
el bizcochuelo apelmazado. La pobre Celeste pedía consejos de cómo suicidarse. Claro, una sabe que no es para menos en este tipo de situaciones. Precavidamente le recomendé que se hiciera té de nuez moscada y que lo tomara en abundancia. Luego de esto me despedí de mi amiga y le dije que siempre recordaría lo bien que le salía el bay biscuit  y que seguro en el cielo algún ángel le daría polvo de hornear extraído de las nubes.

Rápidamente mi amiga siguió mi consejo: se tiró en el piso de la cocina bebiendo de una olla de diez litros su té, luego se recostó aún más en el piso fregado con cloro y miro la pintura descascarada del techo hasta quedar inconsciente. En eso llegó su marido Fernando (¡vaya a saber una lo que hacía a
esas horas!) y como no entendía lo que pasaba aún viendo el bizcochuelo apelmazado, se le ocurrió pisar la abultada panza de su mujer yaciente para hacerle vomitar lo que había ingerido. Claro, él no se habrá imaginado que ingirió 10 litros de té. La cuestión es que efectivamente los 10 litros de té, más los cinco litros de llanto, más las tres botellas de whisky bebida en el momento de la desesperación hicieron que la cocina se inunde.

Mi amiga se despertó de su viaje al más allá y se puso de pie, obviamente que hizo lo que una sabe hacer: regañar a quién le apretó el abdomen. El marido sólo atinaba a decir llorisqueando "No me di cuenta. Perdón, querida". La discusión se alargó hasta la mañana. Los dos estaban con el líquido de la inundación hasta las rodillas. Harta de la situación, mi amiga que es muy amorosa trató de finalizar
amenamente la disputa diciendo: "Dejá, cariño Andá a leer historietas que yo limpio todo y hago un té". Mientras estaba limpiando mi amiga divisó una mancha negra flotando, al acercarse se dio cuenta que era Loli, la perrita chihuahua. ¡Qué funesto el destino!

La moraleja es que por culpa de un bizcochuelo apelmazado murió una inocente criatura: Loli. Es algo para que todas reflexionemos y para que en un cuadernito anotemos formas de suicidio efectivas ante casos de esta índole.

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