Berenjenas en escabeche


Es sabido que no siempre es época de berenjena. Todos los vegetales, si están bien cosechados sin esas cosas de conservantes, células y químicos, tienen sus épocas. El punto está en que si una sabe comprar y tiene su verdulero de confianza, debe aprovechar al máximo la época del vegetal en cuestión.

Supongamos que es época de tomate, una tiene que hacer tomates disecados, mermelada de tomate, salsas, conservas, etc. Si una lo deja bien tapadito, la cosa se conserva. Pero, siempre hay que tener ojito con el exceso. Tengo mis razones bien fundadas para decir lo que dije, yo no abro la boca para que entren moscas. La cuestión es que una se emociona y ¡cómo no hacerlo! ¿Quién no espera ansiosa al verano por la sandía, o al invierno por la naranja? 

En fin, ahora cuento la experiencia para dar fe de lo dicho. Tengo una amiga Celeste, que tiene una tía cuya amiga se intoxicó por comer berenjenas. La historia es verídica y tenemos que tomarla en consideración si no queremos que nos pase lo mismo que le pasó a esta mujer. Ella, como una, esperó ansiosa la época de las berenjenas y sobre todo porque a su marido le gustaban las berenjenas al horno con un poquito de vino blanco y papas. 

Un buen día esta señora compró varios kilos, al día siguiente lo mismo y al otro y otro igual. No sólo que comía todos los días berenjenas, sino que también como era precavida, como una, hizo berenjenas en escabeche. La heladera rebalsaba de tantos frascos de vidrio rellenados con berenjenas. El marido como era tan odioso no quería compartir con los vecinos. Eso es clásico de un señor que usa alpargatas todo el día y que se rasca en público, ¿no? Claro, cuando una hace mermeladas de durazno, o le florece el limonero, ¿no le comparte a la amiga? Claro que sí. Sin ir más lejos estoy llena de ciruelas que me trajo mi prima cuando fue al sur a la quinta de una amiga. 

La cuestión es que esta señora hizo cual el marido le pidió. La heladera estaba llena, tan llena que no cabía nada más. Una sabe muy bien que hay que tener espacio porque cuando una cocina algo, tiene que guardar los restos en la heladera, eso es lo más maravilloso de estos nuevos artefactos que con tanto sacrificio de ahorro del salario del marido pudimos comprar. 

En fin, la cuestión es que estuvieron comiendo berenjena a troche y moche todos los días. Los señores que se rascan en público pueden comer la misma comida todos los días, como los perros, pero una no. Una necesita variedad en los alimentos, no sólo por una cuestión estética, sino por una cuestión anémica. La cosa es que este hombre hasta la obligaba a su mujer ponerse berenjenas en escabeche en los ojos, para no comprar pepinos. Claro, él se había gastado un sueldo en berenjenas y había que ahorrar, clásico pensamiento de alguien que se rasca en público. 

En fin, por actos de crueldad como este, a la mujer esta le agarró una repulsión tan grande por las berenjenas que se empezó a volver loca. Lo digo de veras: pesadillas, ataques de pánico, alucinaciones con berenjenas gigantes, de todo. Al señor que se rasca en público esto le importó tres pepinos, para usar una metáfora al tono. Hasta que un día la mujer se rebanó como berenjena y se echó ajo. Cuando se quiso sacar el cabito, se arrancó la cabeza y así murió. 

El marido cuando llegó del trabajo y vio a su mujer mutilada en el piso de la cocina sólo supo hacer la única cosa que sabía hacer: rascarse y abrir la heladera para comer más berenjenas. 

Todo esto es para decirle que de veras tenga cuidado con los excesos de conservas. Todas queremos usar nuestro frasco, pero hay que tener moderación.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ensalada de lentejas

Empanadas

Pionono